MySpace, blogs, correo electrónico, instrumentos
cibernéticos que aún no existían cuando Gazca apostaba su vida por Ángela,
apenas una decena de años atrás. Eso para no hablar de cosas como los DVD, los
iPod, los teléfonos celulares con mil aplicaciones, los archivos MP3, YouTube,
los uesebés y un sinfín de adminículos que supuestamente hacen más fácil y
llevadera la vida contemporánea. Él, sin embargo, era muy reacio a algunos
aspectos de esta oleada tecnológica que tenía invadida, inundada, a la
existencia cotidiana de la gente, aunque su rechazo poco a poco fue
disminuyendo y había terminado por ceder. Un ejemplo claro, el del celular.
Durante años, Humberto se negó a tener uno y hasta se jactaba de ello y de que
no lo necesitaba, etcétera. Sin embargo, al final terminó por adquirirlo y
hasta le gustó. Eso para no hablar de que en esos días tenía dos MySpace (uno personal, otro
para su grupo) y dos blogs y que solía visitar YouTube para ver videos de la
más disímbola temática. Pero regresemos con Belinda, la singular Belinda.
El destino suele jugar extrañas pasadas y una de ellas se
relacionaba con esta joven morena y guapa (bueno, él la veía guapa), quien de uno y diversos modos tenía
mucho que ver con Ángela. Algo había de parecido físico (hubiese podido ser quizá la
hermana menor de la fotógrafa), algo poseía de su carácter (fuerte, impulsivo,
dominante, mandón, incluso impositivo; la una era Aries –Ángela-, la otra era
Leo –Belinda-, ambos signos de fuego) y para colmo, su novio (porque Belinda
tenía novio formal, tan formal que vivía con ella y con todas las intenciones
de casarse en poco tiempo) era percusionista en una banda mexicana de ska y
guardaba una gran semejanza con Mauro, “El Piporro”, aquel músico de La
Móndriga Crisis, rival de amores de Humberto (o en la cabeza de Humberto),
quien muriera durante un slam, al estrellar su cabeza contra el piso de un
antro. Pues el novio de Belinda era casi un clon de Mauro, tocaba en un combo
malísimo llamado Tequila Sound Machine (“parte del movimiento ska mexicano”,
según rezaba su lema) y ejercía una extraña atracción sobre la joven de
veintitrés años…, la misma edad que tenía Ángela cuando Gazca la conoció en
1993.
Belinda trabajaba como asistente personal de Humberto. Él
mismo le pagaba un sueldo “simbólico”, con tal de que ella le llevara su
agenda. Esto había generado cierto malestar entre las amigas más cercanas al
periodista, quienes no miraban con buenos ojos que aquella joven estudiante de
comunicación se hubiese convertido en su mano derecha y ejerciera tanta
influencia sobre él.
-No me gusta lo que veo –le dijo una noche Montserrat.
Sí, la misma Montserrat por quien Humberto prácticamente había enloquecido de
amor a lo largo de siete largos y tremebundos años, un enamoramiento obsesivo y
demencial que llegó a parecer interminable y que finalizó de manera
asombrosamente repentina. Ahora, él y ella eran muy buenos amigos y hasta
confidentes.
-¿Por qué?
-Porque te estás enamorando de un imposible y yo sé lo
que te sucede cuando te enamoras así, como que lo viví en carne propia.
Era cierto. Si alguien podía decir la clase de ente
incontrolable en que se transformaba Humberto Gazca cuando perdía la cabeza por
una mujer, ésa era Montserrat, más aún que la propia Ángela. Por eso trataba de
hacerlo entrar en razón.
-Belinda puede ser muy buena onda contigo, pero no te
ilusiones con ella. Tú mismo me cuentas que vive con alguien, que está con
alguien desde hace dos años y que hasta tienen planes matrimoniales. Muy bien:
viene a visitarte a tu casa, la ves, la pasan de maravilla ¿y? Después se va a
su departamento para estar con su güey, para besar a su güey, para acostarse
con su güey, para coger con su…
-¡Ya entendí, ya entendí!
-¿Te parece bien? ¿No crees que te mereces algo mejor
que eso? Yo pienso que sí, que te mereces algo mucho mejor.
-Pues sí, pero…
-¿Por qué no regresas a tu teoría de las amigas amantes?
¿No que ya no te ibas a enamorar y que tendrías a puras amiguitas cariñosas?
¿Tan pronto te vas a desdecir? ¿Tan rápido vas a desistir?
En efecto, Gazca había dedicado los meses más recientes a
predicar las ventajas de ser amante. En sendos artículos que públicó en su
propia revista, lanzó una serie de argumentos según los cuales lo mejor y lo
más recomendable para no sufrir en el amor era dejar de jugar el papel del
marido o el novio que teme ser engañado o que de hecho es engañado -y quien por
tanto suele ser víctima de los celos- y adoptar el rol del amante, con todas
las ventajas que esto otorga a quien lo practica con habilidad y sapiencia. Sin
embargo, no había tardado mucho en recaer. La simpatía inicial que había
despertado
Belinda en él no tardó en trocarse en atracción y, más
temprano que tarde, en total y absoluto enamoramiento.
Para finales del año de gracia de 2007, Humberto Gazca había recuperado -y no precisamente a su pesar- su verdadera naturaleza: la de
enamorado sumiso, ciego, irrazonable, visceral, imprudente, apasionado. Lo que
de esto se derivaría, lo que semejante situación provocaría (dados los muchos
antecedentes desastrosos que sus más próximos conocían de sobra) era algo
impredecible en sus detalles, aunque perfectamente predecible en sus
consecuencias y éstas no eran las más deseables.